martes, 14 de diciembre de 2010

El Escaparate

Siento al escaparate llamarme por ese nombre por el que solo me llama mi madre. Esa chaqueta de piel marrón de Pakistán atrapa mi mirada como nada lo hace desde hace tiempo, la deseo, la anhelo y nunca la he tenido sobre los hombros ¿qué tal me quedará con mi baquero preferido?

Paso de largo como cada día, un día tras otro, el escaparate me llama, no quiero pararme, oigo el tráfico, la miro brillar con esa luz perfecta, ¡trabajo tanto y gano tan poco! me aguanto las ganas un día mas, no quiero persarla, me obligo a salir sin la tarjeta de crédito para no usarla

“te quedas aquí entre el cepillo del pelo y la foto de X”

Pero el escaparate está ahí de nuevo, cada día, uno tras el otro, como una iglesia te llama sin campanas, solo esa música machacona y las voces irreconocibles que emergen del walkie talkie del señor de seguridad. El escaparate no descansa y yo tampoco. Al dormir pienso:

“estás tan sola que te has obsesionado, comprándola solo llenará ese vacio un día, a lo mejor ni eso, pero te mereces un regalo, estás tan sola desde que X se fue que … mañana mismo me la compro”

Ese día me preparo antes para ir a trabajar, decidida con mi tarjeta en el bolsillo voy directa al escaparate, me arreglo más de lo normal como si alguien me esperara, pero hoy es diferente a otros días, hoy al escaparate lo están limpiando, hay un chico descalzo dentro que coloca alfileres sobre una lona negra en el suelo y la chaqueta ha desaparecido. Se me escapa una sonrisa frustrante, pero al segundo, me siento liberada. La chaqueta ha sido cambiada por un abrigo tres cuartos que duplica su precio, no me interesa, lo he superado, “no te necesito, ya no tendré que verte a diario, prefiero ir a cenar o al teatro” Antes de girarme mis ojos se clavan en los pies blancos del maniquí, la piel Pakistaní se ha deconstruido y transformado en dos hermosos mocasines acordonados relucientes, cómodos, ligeros… He cambiado mi ruta al trabajo, ahora atajo por la calle Desengaño, que donde comienza hay una Iglesia no muy bonita pero que siempre tiene las puertas abiertas y eso me gusta.

El resto de la calle me inspira y me da miedo. Siento ganas de hablarles a esas mujeres, ofrecerles un café, pedirles que me dejen sacarles una foto. Me imagino con sus vestidos y kilos de maquillaje a cualquier hora. Olvido el escaparate al ver como un hombre sucio le escupe a una de ellas. Lleva chaqueta de cuero ajado que sobre los hombros reza la palabra: FREEDOM, quizás también sea de piel de Pakistán.

Y por primera vez en una semana dejo de pensar en X.

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