viernes, 16 de julio de 2010

La bebedora de ajenjo (1876) Edgar Degas.




La soledad como tema y como sentimiento, es una constante en la historia del hombre y aun más presente en la historia moderna. Cuánto mas rodeado de gente vivió, mayor era el sentimiento de aislamiento. Degas se mira en esta bebedora para captar un instante.
Sin mantener la postura, (hombros caídos, piernas entreabiertas) porque no es necesario ya que nadie la esta mirando; al contrario que otras figuras de Degas que aparecen en posturas elegantes (bailarina en la escena 1878) o con mucha fuerza (cantante con guante 1878) Esta mujer de mirada perdida, se posiciona ante un vaso de ajenjo o absenta, bebida típica del París de las vanguardias, que hacía volar la mente.

El vacío está en sus ojos así como en la botella que vemos en un plano más anterior a ella a la izquierda. De pincelada rápida y sin preciosismo en el detalle, para retratar estos personajes invisibles urbanos, casi fantasmagóricos y contemplativos (así un siglo después lo hará Hopper o Segal)
¿Alguien en el café se ha dado cuenta que ella está ahí, sentada junto al espejo? El reflejo de los personajes en el espejo son sombras, eso son, tenues y desfiguradas figuras para los demás, y los demás para ellos.
La soledad de la mujer se acentúa aun mas por el hombre que se sienta a su lado (presumiblemente es T.Lautrec), tan juntos y tan solos.

Hay una atmósfera en el cuadro de silencio y ruido al unísono. El silencio es interno y el ruido es de ambiente. La vida nocturna que nació de la luz artificial en las grandes ciudades, dieron pie a los cafés. La vida y la luz artificiales: Un hombre/mujer cada vez más desvinculados del natural.

No se puede decir nada nuevo sobre este cuadro, ni sobre Degas; tan solo reflexiono ante la figura de esta mujer que tiene casi siglo y medio, y pienso:

“! Que poco hemos cambiado!, ¡que solos seguimos estando!”

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